íƒÂlbum de los Rosarios de la Aurora

Este tercer sábado de la aurora, animó la oración y la Eucaristía, la comunidad del Colegio Parroquial San Alfonso. Nuestro párroco, el padre Marcelo decía a los niños: Estamos celebrando la preparación de la fiesta de nuestra Madre la Virgen del Perpetuo Socorro. Vamos a mirar un poquito hacia el icono. En el medio de la imagen de la Virgen están entrecruzadas las manos de Jesús y de María. Pero además la Virgen tiene los dedos señalando. En el evangelio que acabamos de leer fíjense lo que ha pasado. Había gente que se había puesto detrás de Jesús porque les gustaba lo que Jesús decía. Pero Jesús también les empieza a decir: bueno, pero para ser amigo mío tienen que vivir como Dios nos pide. Entonces algunos dijeron: Ah, no entonces no, si no voy a poder hacer macanas, si no voy a poder reírme de los demás, ni patear a los amigos, entonces, no. Y algunos se fueron. Y entonces Jesús mira a los que estaban alrededor y les dice: y ustedes, ¿también se van a ir? Si Jesús los mirara a ustedes ahora y les dijera: ustedes, ¿también se van a ir? No. Ustedes se quieren quedar. Eso es lo que nos dice la Virgen con esas manos que nos indican: acá está Jesús, yo soy el Perpetuo Socorro que les entrego porque les señalo, porque les muestro cómo vivir como verdaderos amigos de Jesús, escuchándolo a él, aprendiendo cómo Jesús nos enseñó a compartir, cómo Jesús nos enseña a tener confianza, a no desanimarnos. El Perpetuo Socorro de María significa que estamos al lado de Jesús y que no nos vamos a ir, verdad? No nos vamos.

Muchas veces experimentamos también nosotros ese momento de la duda. Y tenemos que ser honestos, porque la vida a veces nos golpea, nos desconcierta, se presentan situaciones en las que nos encontramos sin respuestas y no tenemos claridad. Hoy en el evangelio se presenta un momento en el que responderle a Jesús, escuchar el mensaje que Él nos invita a vivir y no escandalizarnos o no ser flojos en esa escucha del querer de Dios nos interroga sobre si nos vamos a quedar o nos vamos a ir. En el comienzo de la vida pública de Jesús muchísima gente lo seguía en el evangelio. Y Jesús, a medida que va avanzando con su Palabra, que va enseñando a vivir de acuerdo al camino de Dios, hay muchos que se empiezan a apartar. Esto es muy difícil.

Dios nos invita a construir nuestra vida en serio, con esa fortaleza, con esa integridad, con esa riqueza que Dios ha querido poner en el corazón de cada uno de nosotros. Y llega un momento en que Jesús nos mira y nos dice: ¿te vas o te quedás? Yo te doy la libertad. Muchos se fueron, dice el evangelio, y entonces Jesús mira a los quedan y les dice: ¿ustedes también se van a ir? Y sale Pedro, este impetuoso discípulo que sabemos que tiene esas respuestas totalmente lanzadas, pero que al mismo tiempo después sabemos que no le va a dar el cuero para sostenerlas hasta el final. Sin embargo, son para nosotros palabras de vida las que él le dice a Jesús: Señor, a quién vamos a ir? Sólo tú tienes palabras de vida eterna. Y se quedaron con él.

Que nosotros también podamos decir, en esos momentos de duda, de crisis, de incertidumbre, donde de alguna manera no vemos todo claro: Señor, nosotros permanecemos en Ti, vamos a permanecer porque sabemos que allí está la raíz y la fecundidad de nuestra vida. Si uno mira la imagen del Perpetuo Socorro, la vamos a ver bien plantada, no es una imagen de una mujer insegura, es una persona tan íntegra, sosteniendo a su Hijo, en momentos de crisis y señalándolo, descansando su mirada sobre nosotros. Aquí está Jesús, él es la Palabra de vida eterna. Síganlo a él. No nos vayamos.

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