Santuario y Parroquia del Perpetuo Socorro - Iglesia San Alfonso, Salta Argentina.
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Comenzamos hoy, 22 de abril, este tiempo de preparación a la novena y fiesta de la Virgen del Perpetuo Socorro. Y lo hacemos con esta presencia de Ella aquí, en el altar, con este poncho salteño y con estas huellas. Huellas que hablan de la historia misionera del Perpetuo Socorro entre nosotros. Caminar nosotros por sobre este poncho salteño es reconocer lo que el Perpetuo Socorro ha caminado y sigue caminando sobre nuestras tierras, nuestras montañas, nuestros valles, la Puna, en cada rincón, en tantos hogares de nuestra provincia, en el corazón de tantas familias, en el nuestro. María del Perpetuo Socorro anunciándonos este misterio de la Redención que Jesús nos ha regalado con su Pascua.
El sábado 22 de abril comenzamos con la preparación de la Novena en Honor a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Y lo hicimos como siempre: con el Rosario de la aurora. Quizás lo más lindo de este tiempo. Caminar tras nuestra Madre querida nos dinamiza y nos pone en marcha.
En el "Alégrate, María" resuena el llamado a todos nosotros, peregrinos en la fe, para que en este tiempo, celebrando el misterio de Jesús Resucitado, nosotros también seamos capaces de impregnar toda nuestra vida de la alegría de Dios. Comenzamos hoy este tiempo de preparación a la novena y fiesta de la Virgen del Perpetuo Socorro. Y lo hacemos con esta presencia de Ella aquí, en el altar, con este poncho salteño y con estas huellas. Huellas que hablan de la historia misionera del Perpetuo Socorro entre nosotros. Caminar nosotros por sobre este poncho salteño es reconocer lo que el Perpetuo Socorro ha caminado y sigue caminando sobre nuestras tierras, nuestras montañas, nuestros valles, la Puna, en cada rincón, en tantos hogares de nuestra provincia, en el corazón de tantas familias, en el nuestro. María del Perpetuo Socorro anunciándonos este misterio de la Redención que Jesús nos ha regalado con su Pascua.
Estamos en la octava de pascua, la celebración más importante de nuestra fe. Nos dice que los discípulos fueron convocados y pretendieron silenciarlos. Fíjense ustedes que apenas en una frase está escrita casi la tensión que vivimos los creyentes de todos los tiempos. Dios ha sembrado en nuestros corazón una llamada, como rezábamos recién caminando por las calles y nosotros respondemos a esa llamada de Dios, aunque otros quizás no lo comprendan, aunque en nuestro tiempo y en los mensajes que recibimos y en la conciencia de nuestra sociedad se vaya debilitando esta necesidad de responder a lo más interior, a lo más profundo que tenemos: esa huella que Dios ha dejado en nuestro corazón, cuando sopló su aliento de vida sobre nosotros y nos llamó a la existencia para que ninguno de nosotros pasáramos desapercibidos. Cada uno de nosotros es importantísimo a los ojos de Dios. Y aunque nuestra vida cargada de rutinas, del esfuerzo de cada día, de trabajos que muchas veces son los mismos que el día anterior, nuestro corazón, nuestra respuesta a Dios, nuestro espíritu atento, nuestra docilidad a aquello que Él nos inspira nos hace valiosos a los ojos de Dios.
Hoy queremos reafirmar lo que los discípulos dicen en el Sanedrín: es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. No podemos callar lo que hemos visto y oído, no nos pidan que nos guardemos aquello que hemos experimentado sobre el mensaje, la persona y la vida de Jesús. No nos pidan que guardemos solo para nosotros lo que Jesús nos ha regalado. Y por eso nosotros, al comenzar hoy estos nueve sábados de preparación a la fiesta de la Virgen queremos, desde este altar, poner también nuestras huellas. Son huellas en salida, salen desde la Madre, porque si algo ha hecho la Virgen del Perpetuo Socorro es hacer que la Palabra de Jesús llegue a cada hogar, a cada rincón de nuestra provincia, a cada lugar más alejado. Es allí donde la presencia de la virgen nos ayuda a descubrir que Jesús está vivo entre nosotros.
Decinos, María Magdalena, que es lo que has visto; dígannos, discípulos de Emaús, cuando iban caminando porqué ardía el corazón de ustedes Dígannos, creyentes de todos los tiempos, qué es lo que ha movido sus vidas. Hemos visto a Jesús resucitado. Él es nuestra fuerza y en Él toda nuestra vida se construye. Que María, Perpetuo Socorro, nos ayude a vivir con alegría y fidelidad la Resurrección de Jesús.
¡Bendecida semana!
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